La fruticultura en jaque: sin estrategia nacional, la Patagonia pierde mercados
La fruticultura del Alto Valle enfrenta un presente crítico: la mitad de la manzana va a industria a precio de descarte y la exportación se reduce al mínimo. Sin un plan nacional de reconversión, la Patagonia pierde mercados, competitividad y futuro.
La crisis de la fruticultura en el Alto Valle dejó de ser coyuntural para transformarse en un problema estructural. La mitad de las manzanas producidas en la región termina en la industria a precios de descarte, y apenas un 16% llega a los mercados internacionales.
Mientras tanto, Nación sigue sin desplegar un plan estratégico para sostener a un sector que supo ser orgullo exportador de la Patagonia. El dato es elocuente: de enero a agosto de 2025, más de 190.000 toneladas de manzanas fueron absorbidas por la industria local, que paga apenas una fracción del valor que podría obtenerse en el mercado fresco.
La región produce volumen, pero pierde valor. Lo más grave es que la tendencia no se corrige, sino que se profundiza. La falta de políticas públicas nacionales consistentes asfixia al sector. No hay programas de reconversión, ni financiamiento accesible, ni incentivos para mejorar la calidad productiva. Nación se limita a administrar crisis coyunturales, pero no diseña un horizonte de competitividad frente a países como Chile, Sudáfrica o Nueva Zelanda, que hace décadas sostienen estrategias exportadoras estables.
El resultado es claro: chacras envejecidas, falta de inversión tecnológica y productores que sobreviven al límite, sin capacidad de reinvertir. Cada kilo que va a la industria representa dólares que la economía regional deja de captar, en un país que además necesita desesperadamente divisas.
El mercado interno, debilitado por la caída del poder adquisitivo, no logra ser un refugio. Apenas un 20% de la fruta que llega a góndola es de alta calidad, y los precios no alcanzan para cubrir costos.
Por su parte, la exportación -motor original del modelo frutícola- se redujo a una mínima expresión: apenas 68.000 toneladas en lo que va del año. En este contexto, la Patagonia pierde su lugar en mercados que demandan fruta fresca de calidad, mientras otros países ocupan ese espacio y consolidan sus cadenas productivas.
La crisis no se resuelve únicamente con el esfuerzo de chacareros y empacadores. Hace falta una política de Estado que priorice la reconversión frutícola: renovación de montes, asistencia técnica, financiamiento blando y una estrategia comercial clara para recuperar competitividad. La región no puede seguir siendo una proveedora de manzana de descarte.
Si Nación no asume el desafío de encarar una transformación de fondo, el Alto Valle quedará condenado a sostenerse en la marginalidad, perdiendo no solo mercados, sino también el futuro de miles de familias que dependen de la actividad.