"No comí en días": el pedido desesperado de un niño que llegó solo a la policía
Sin documentos, sin hogar y sin comida, el niño encontró en la policía el primer auxilio. Ahora está bajo cuidado de familiares, mientras la justicia evalúa su entorno.
Con apenas 11 años, llegó por sus propios medios a la Subcomisaría 69 del barrio Nuevo, en General Roca. Su cuerpo mostraba señales de debilidad, el rostro denotaba cansancio, y el hambre hablaba más fuerte que él. No había sido encontrado ni rescatado: fue él quien buscó ayuda. Lo único que pedía era comida.
Aseguró no tener un lugar donde vivir y confesó que llevaba varios días sin probar bocado. Su voz, frágil pero decidida, puso en evidencia una realidad dura y extendida: la de cientos de niños que crecen sin cuidados, al margen del sistema, atravesando el abandono sin una red que los contenga.
Su aparición movilizó al personal policial, que activó los protocolos para casos de vulnerabilidad infantil y dio aviso a los organismos competentes. Poco después, la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF) tomó intervención y comenzó a brindar atención médica, contención alimentaria y protección al menor. Según trascendió, el niño había sido acercado a las inmediaciones de la comisaría por un familiar, quien dio cuenta de la grave situación en la que se encontraba.
Más tarde, un grupo de adultos se presentó en la dependencia diciendo ser sus padres, pero no pudieron acreditar ningún vínculo formal ni identificación, e incluso intentaron llevárselo por la fuerza.
Ante esta situación, la policía priorizó el resguardo del niño y evitó que lo retiraran sin autorización legal. El menor fue hallado con signos de desnutrición y permanecía en situación de calle.
Una infancia marcada por el abandono
Hoy el niño permanece bajo el resguardo de familiares lejanos, mientras la SENAF y la Justicia analizan las condiciones en las que vivía y su entorno más próximo. Una medida judicial otorgó de manera provisoria la custodia a sus tíos, pero detrás de los trámites y decisiones legales, permanece lo más crudo: un nene con hambre, sin hogar, en busca de auxilio.
Once años y una mochila demasiado pesada. No solo carga con la ausencia de contención familiar, sino con el vacío de un sistema que, una vez más, reaccionó tarde. ¿Cuánto nos duele como sociedad que un niño tenga que golpear la puerta de una comisaría para que alguien lo escuche?
Este episodio deja expuesta una deuda estructural con la niñez más vulnerable. Invita a pensar la urgencia de reforzar redes de cuidado, prevención y contención que eviten que el hambre y la soledad sean lo único que empuje a un chico a pedir ayuda. Porque la niñez no debería doler. Y porque la dignidad de crecer también se construye con afecto, protección y comunidad.
Fuente: Medios.